lunes, 30 de noviembre de 2020

La Rákara



Desde debajo del agua podía ver avanzar los barcos, y observar cómo se hundían las espadas que tiraban desde la borda. La Rákara era más rápida, pero no podría continuar ese ritmo mucho más tiempo, en algún momento las fuerzas le fallarían. Primero dejaría de ir en zigzag evitando las espadas y se concentraría únicamente en mantener la velocidad. Aunque eso le diera un poco más de tiempo, lo que vendría después era inevitable, perdería velocidad y los barcos, incansables, le darían caza. Yo seguía observando la situación, no sabía cuánto tiempo llevaba debajo del agua, si saldría de ahí o si alguna compañera intentaría salvarme. Al caer al agua, me había encontrado con esos ojos enormes y a la vez casi humanos. Me miraban directamente a los ojos, dejándome congelada. No parecía asustada ni furiosa, y casi podría asegurar que había sido una mirada de pena lo que vi justo antes de acelerar el nado y alejarse. ¿Podría ser una llamada de auxilio? ¿O la pena iba por lo que me esperaba a mí? La cabeza empezaba a darme vueltas, o intentaba nadar a la superficie o seguro que no lo contaba. Cuando comencé a nadar noté unas manos por detrás que me cogían de la cintura y tiraban hacia fuera. Cuando pude tomar mi primera bocanada de aire, la Rákara ya había dejado el zigzagueo, poco duraría ya la huida. 

 Hacía tres años que se había sabido de su existencia. Desde entonces todas las personas de Zircum habían intentado capturarla, pero, después de varios desastres inexplicables y con un centenar de muertos, pensaron que la única solución para estudiarla era capturarla muerta. ¿Seguro que era la única solución? Era un ser maravilloso, había demostrado inteligencia y una capacidad extraordinaria para predecir nuestros movimientos. Daba la impresión que sabía más de nosotras que nosotras de ella. Tenía el tamaño de una orca, la figura de un dragón dilong y ojos grandes y humanos, que ahora ya sabía que eran de un azul turquesa. 

Había llegado hasta allí por curiosidad y casualidad. Apenas conocía Zircum, nunca había tenido curiosidad por venir, ni la intención de visitar el país. Estaba en medio de la nada, las habitantes eran bastante oscas, violentas y con poca educación, parecía que vivían en un pasado remoto del que no conseguían avanzar. Cuando salieron las primeras fotos de la Rákara supe que tenía que venir. Ese mismo día, recibí un telegrama de mi jefa, se había quedado un lugar libre en uno de sus barcos que iban a Zircum, y mi conocimiento de zoología podría ser de utilidad. 

Me di la vuelta para ver a la compañera que me había sacado a la superficie, estaba anonadada mirando atentamente a la persecución. Volví a mirar y el barco le estaba ganando terreno. Parecía que todo había terminado, pero lo siguiente que recuerdo, no tiene ningún sentido. El barco y la Rákara habían parado, mi mente dejaba de tener pensamientos propios o claros, sentía la cabeza igual de pesada que si me hubiera tomado cinco whiskies. Empecé a subirme al bote junto con la compañera que me había rescatado. Dejé de ver o de importarme lo que estaba pasando. Pero al llegar al puerto del pueblo, tenía la peor resaca de mi vida, y no era la única. Nadie tenía espadas que lanzar, ni una Rákara cazada.

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