miércoles, 11 de junio de 2008

Una tarde

Era una tarde calurosa de verano, venía una agradable brisa del ventilador, estaba tumbada cómodamente en la cama y observaba las diferentes figuras que creaba con imaginación en las motas de pintura del techo.

Hoy no tenía nada que hacer, por primera vez en el verano no tenía planes, sentía aburrimiento. Pero no lo despreciaba, echaba de menos ese sentimiento, estaba saboreándolo, cada instante, cada vuelta del ventilador, cada murmullo que venía de la calle, los coches, el mar, el gentío en la playa, todo se alborotaba en su oído junto con las canciones del ordenador en extraña pero espléndida armonía. ¿Cuanto tiempo había pasado desde la última vez que podía no sentir estrés? ¿Dónde se había quedado el verano donde pasaba las tardes tirada en el jardín, en el sofá, en la piscina? Se preguntaba mientras pegaba un bostezo y cantaba una estrofa. Siempre vivía lo que iba a hacer en el momento siguiente, los momentos que iba a vivir, los amigos a los que iba a ver, ¿No se había dado cuenta hasta ahora que le hacía falta un poco de Nada? Claro que lo sabía, pero había tenido miedo del momento, de no saber apreciarlo, de sentirlo como una perdida de tiempo, de vivirlo como siempre, pero había llegado y no quería dejarlo, ni siquiera perderlo con un libro, pero los sueños empezaban a recorrer su cabeza dando brincos por su cabeza al son de la música, de la letra.

Acababa de perderlo, volvía a pensar en el futuro, el futuro inmediato, el lejano y el imposible.