viernes, 1 de agosto de 2008

Haciendo las maletas

Ya estaba todo decidido, no podía dar marcha atrás, sin quererlo se había ido abriendo camino al único final posible. No encontraba qué decisión le había llevado hasta allí, ¿cómo no se había dado cuenta que el resultado inevitable era ese? Se enojaba consigo misma por no haberse dado cuenta antes, por no haber ido más allá de los problemas de cada instante, ¿No se suponía que el resultado tendría que ser la suma de las pequeñas decisiones? ¿No se suponía que si estaba de acuerdo con las pequeñas tendría que estar de acuerdo con el resultado? Siempre había decidido lo que creía mejor, y seguía pensando que era así, cómo podía gustarle tan poco su destino.

Destino, curiosa palabra, había discutido su significado un millón de veces y aún no tenía claro qué era, algunos lo definían con categorías mágicas, algo románticas o incluso con un determinismo deprimente. En ocasiones a esta magia le daban nombres y apellidos, y la depresión la dejan a un lado confiando ciegamente en ese nombre. Otros en vez destino lo llamaban determinismo científico, se regodeaban en su significado con un estilo erudito pero diciendo al final lo mismo que los primeros, la carencia de misticismo en las palabras les otorgan un toque realista.
Pero allí estaba, destino, azar o voluntad, tenía las maletas, cada cosa que había visto, tocado, deseado, amado, estudiado, lo dejaba atrás. ¿Qué le deparaba el futuro?
Desde el otro extremo de la habitación, el joven Harlan le estaba llamando:

- ¡Está todo listo! Las cadenas subatómicas de los campos espaciotemporales están dirigidos en el sentido correcto.

Entonces vio su error, pequeños matices eran erróneos en su pensamiento, con un pequeño arreglo le llevaban a una pregunta de mayor envergadura, ¿Qué futuro le deparaba a la humanidad?